La reputación on line es un concepto relativamente nuevo que hasta hace poco casi nadie se planteaba en España. Hoy en día, muchas empresas recurren a compañías especializadas para salvaguardar y mejorar su imagen o la de sus productos en internet, que en definitiva es la percepción que ofrecen al mundo. El cuidado de la propia figura llega también ya a los directivos, que tratan de posicionarse en la red de la forma en que más les gustaría,aunque no es una tarea sencilla.
El concepto que una persona tiene de su propia reputación suele coincidir con el que tiene el mundo real –familia, amigos y contactos profesionales–, pero puede ser muy distinto de lo que se encuentra en el universo virtual de internet. Más de un directivo descubre tarde que la web 2.0 tiene un lado peligroso. Si un nombre circula en blogs asociado a cuestiones negativas, deshacerse del sambenito puede convertirse en una tarea muy ardua.
Las empresas que se dedican al cuidado de la reputación on line trabajan cada vez más con directivos. Joaquín Moral, director general de Oerreeme, una de las firmas pioneras en España en esta actividad, explica que los casos suelen ser de dos tipos: “Directivos que a lo largo de su carrera profesional han estado en la picota por alguna actuación negativa, como un ERE, o directivos de los que se ha habla poco pese a tener una carrera profesional brillante”. En ambos casos, construir una imagen positiva implica un trabajo constante. La diferencia es que el directivo con una imagen negativa tendrá que trabajárselo más. Crear un blog y alimentarlo día a día con artículos, participar en redes sociales –Facebook, Twitter, LinkedIn, Xing– y “hacer comunidad” con gente de su ámbito profesional y periodistas son algunas de las claves.
Es posible cambiar una percepción negativa sobre una persona, pero casi siempre hay que hacer mucho trabajo “en positivo”. “La mejor forma de contrarrestar todo lo negativo es ser activo, mejorar lo que se dice, y resaltar los puntos positivos”, explica Moral.
Otro aspecto que tener en cuenta es el de los sucesos turbios, que pueden empañar cualquier declaración de inocencia posterior y convertirse en problema para cualquier profesional. Basta con que alguien ponga su nombre en Google.
La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) tuteló durante el año pasado 89 reclamaciones de personas que exigían “el derecho al olvido” en internet, en varios casos con reclamación a Google para que los elimine de las búsquedas, que simplemente enlazan a otras informaciones, como las de las hemerotecas.
En el mundo anglosajón, donde padres e hijos pueden coincidir sólo por un nombre y un apellido, cuidar la imagen se hace más difícil todavía. Un condenado por un delito puede haber penalizado de por vida también a su hijo si le puso su mismo nombre, del que resulta casi imposible escapar.
Artículo extraído de: La Vanguardia | 9/06/2011 | Francesc Bracero